La ONU y la paz

Por Pat Villanueva

Estaba convencido de que la manera más segura de viajar era en avión. Ya veo que no es así. De igual forma, creía que el genocidio llevado a cabo por el tercer reich contra los judíos fue de una atrocidad incalificable. Hoy sigo pensando igual sólo que me repugna y decepciona que los israelitas actúen ahora al igual que aquellos nazis responsables de aquel miserable holocausto.
¿Que decir? poca cosa. Estamos informados al minuto de como se desarrollan los acontecimientos y sabemos que no somos otra cosa que convidados de piedra ante  un despiadado festín cuyo menú está compuesto de odio,  codicia y poder.
¿Que hacer? exigir a nuestros gobernantes que hagan un paréntesis a sus habituales chorradas y presionen a Naciones Unidas para que cumplan con el deber de garantizar la paz, hacer respetar los derechos humanos y velar por la seguridad mundial, fines para los cuales fue creada esta organización.
Ban, Secretario General de la ONU, tras condenar enérgicamente el derribo del avión de la Malaysia Airlines en el que también murieron 80 niños, añadía que esta tragedia debería servir para que las partes enfrentadas en Ucrania redoblen los esfuerzos encaminados a poner fin a las hostilidades. Por otra parte el propio Ban, deploró que Israel haya iniciado una ofensiva militar terrestre en la Franja de Gaza, y urgió a su ejército a no causar más víctimas civiles.
¿Esto es todo? Me recuerda a las indicaciones que da la vigilanta de un parvulario “no os pegueís y portaros bien.”
Si la ONU no es capaz de sofocar conflictos desde su inicio antes de que se conviertan en guerras. Si no es capáz de paliar tan siquiera el hambre mortal del mundo desheredado. Cuando sus resoluciones para la preservación del medio ambiente  superan la ridiculez y tampoco saben como evitar el aplastamiento de los derechos humanos, ¿de que sirve? ¿Para que la queremos?
Los temores de nuestros sueños de adolescencia eran velados por el LLANERO SOLITARIO defensor del orden y la justicia. Este y otros héroes de tebeo aparentemente insignificantes, nos aportaron más sosiego que todas las Organizaciones Mundiales existentes.
Hoy no tenemos nada salvo nuestro inconformismo.